Las plantas también han conquistado el mundo. A su manera, claro está: desplazándose en forma de semillas gracias al viento, viajando a través del agua de la lluvia, de los ríos o en las corrientes marinas, o escondidas en los estómagos de aquellos animales que un día comieron sus frutos. Y a lo largo de las diferentes eras geológicas han ido encontrando nuevas formas de supervivencia, se han adaptado a nuevos climas y nuevas tierras.
Es sorprendente la capacidad de las plantas para viajar, extenderse y sobrevivir
Todos hemos visto cómo los vilanos de un diente de león se suspenden en el aire y no es porque pesen poco, sino porque la estructura de sus filamentos posibilita un pequeño remolino de aire que los eleva. También hemos oído hablar de la cantidad de millas marinas que pueden llegar a recorrer los cocos en alta mar. Y, a veces, la naturaleza se las ingenia para hacerlo más espectacular: en plantas como el pepinillo del diablo, (Ecballium elaterium), la apertura del recipiente que contiene las semillas se produce en forma de explosión y estas salen disparadas como si de una actuación se tratara.
El incierto viaje de un roble pirenaico que no alcanzó su destino
En este sentido, y sobre ocupación de un territorio, siempre me ha llamado la atención que el llamado Quercus pyrenaica (melojo o roble rebollo), que está bien asentado en el País Vasco, no esté presente en los Pirineos catalanes. Solamente podemos verlo en la sierra de Prades, en Tarragona. La razón de cómo llegó a estas montañas, y porqué no avanzó hasta las tierras que llevan su nombre siempre me ha intrigado: ¿llegó a estas zonas de manera natural o fue el hombre quien lo incorporó desde tierras del interior?, ¿fue este mismo quien lo redujo a su situación actual por un uso abusivo y ancestral de su madera?, ¿por qué tiene el apellido de pirenaico cuando no se encuentra allí?

Fuente: Arbolapp
Comencé a investigar. La respuesta a esta última pregunta fue fácil, y se debió a un error humano: lo clasificó en 1805 Carl Ludwig Willdenow, padre de la fitogeografía, ciencia que estudia el porqué de la distribución de los vegetales sobre la Tierra y sus leyes, y lo hizo siguiendo una etiqueta equivocada que acompañaba las muestras que recibió. Seguí con mis pesquisas: ¿por qué no progresó desde el País Vasco? No hubiera sido difícil desde aquí saltar a las montañas que le dieron nombre. Aquí me detuve, porque quizás la respuesta estaba en intervención del hombre, porque quizás otras especies daban mejores rendimientos madereros y eligieron otras variedades para potenciar.
Muchas de las respuestas las encontramos en la intervención humana
Y es que, el hombre, desde su aparición, ha ido interviniendo en el entorno que le rodea . A las plantas las ha utilizado para cubrir todo tipo de necesidades, tanto funcionales (alimenticias, medicinales, de abrigo, cobijo, seguridad, defensa, comodidad, comunicaciones), como emocionales (arte y rituales). Y, por ello, ha sido siempre un introductor intencionado de plantas o, sin tanta intención directa, un esquilmador o anulador de especies, como hemos visto antes.
Las plantas exóticas: invasoras o intervenidas
En los últimos tiempos se está hablando mucho de las plantas invasoras y no porque sean violentas o perjudiciales para nosotros. Pobrecitas, no es culpa suya que estén fuera de su territorio… Hemos sido nosotros quienes las hemos hecho viajar. Este tipo de plantas tienen una característica simple pero muy eficaz: se adaptan muy bien a las nuevas condiciones de clima y de tierra.
De manera natural no habrían llegado hasta donde ahora están, pero por su talento de ser tan activas desde un punto de vista reproductivo, al final acaban desplazando a las autóctonas. No todas las plantas exóticas son consideradas invasoras, solamente una pequeña parte. Desde la Administración se han elaborado listas parar incluirlas y también se destinan recursos para eliminarlas de las zonas donde han invadido el terreno.
Las especies invasoras están tan adaptadas, que no las reconoceríamos como tales
Citaré algunas de las plantas invasoras más habituales o conocidas.
En primer lugar, tenemos el Ailanthus altissima o árbol del cielo, llegado de China. Posee un sistema radicular tan potente que, tras el talado del árbol, este vuelve a rebrotar. Es muy habitual verlo en los márgenes de las carreteras naciendo en densos centenares de vástagos.
La pita es otra planta invasora (Agave americana). Procede de Méjico y estoy seguro de que muchos pensamos que es mediterránea. ¿Qué jardín de hotel de costa no la tiene? Recientemente, se lucha para que no se extienda por zonas naturales.
Otro ejemplo muy conocido: las preciosas mimosas de hojas compuestas y de floración amarilla (Acacia dealbata) también están en la lista de invasoras. Para continuar disfrutando de sus maravillosas floraciones se propone plantar acacias menos invasoras como la Acacia longifolia.
El Acer negundo es otro árbol que se debe ir sustituyendo. Numerosos parques, alineaciones de arbolado de ciudades y jardines privados lo tienen. A causa de las podas tradicionalmente efectuadas, siempre presenta una aspecto dejado y enfermizo. Se comienzan a utilizar alternativas perfectas como el Acer campestre o el Acer monspessulanum que, en cuanto a belleza y adaptabilidad, le ganan por goleada.
Por último, citaré la Robinia pseudoacacia, la robinia o falsa acacia. Es un árbol introducido en Europa a mediados del siglo XVII y que puebla muchas de nuestras ciudades, márgenes de carreteras y jardines por ser una planta muy económica y resistente a la contaminación y las plagas. Tiene una capacidad de rebrote muy alta.

Fuente: Wikipedia
Desde las administraciones, entidades defensoras de la naturaleza, equipos técnicos y entendidos, se aconseja el uso de plantas autóctonas o alternativas exóticas con muy poco riesgo de ser invasoras. También se potencia usar especies foráneas que no tengan capacidad de reproducirse, o bien practicar un mantenimiento que reduzca frutos y semillas.
Dejar que las plantas invasoras conquisten nuestro variado y complejo entorno mediterráneo es perder riqueza ecológica, es simplificar y uniformizar nuestro medio natural, es perder parte de nuestra cultura y tradiciones, de nuestra visión y relación con la naturaleza desde antaño. Dejar que el paisaje quede dominado por especies foráneas es, en definitiva, perder parte de la propia identidad y de nuestra aportación al mundo.
Manel Vicente Espliguero
Paisajista
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