Hace unos años leí un artículo sobre la Sensibilidad Química Múltiple (SQM) en las personas. Su autor, David Palma, contaba que él había vivido esta enfermedad en primer plano, pues le sucedió a su esposa Eva, una chica extraordinaria que, al poco tiempo de casarse con él, comenzó a ahogarse en su trabajo: los olores se le hacían insoportables y, a parte de otros problemas como la fatiga crónica y el trastorno del sueño, su cuerpo se hizo intolerable a los campos electromagnéticos y a ciertas sustancias alimentarias.

Para mejorar la situación, eliminaron de su entorno los suavizantes, jabones, colonias, champús, incluso la ropa fabricada con tintes artificiales y los muebles pintados o barnizados, ya que de estos se desprendían vapores tóxicos. Finalmente, David nos confesaba que, desde entonces, Eva vivía encerrada en su casa porque en el mundo exterior estaba expuesta a demasiados productos químicos perjudiciales.

 

Para mejorar nuestra salud, debemos acompasarnos al ritmo vital de la naturaleza.

Nuestra calidad de vida, y cada día que pasa lo vemos más claro, requiere en muchos sentidos volver a un contacto más estrecho con la naturaleza, por ejemplo, recuperando aquellos productos cotidianos que tradicionalmente se obtenían de ella, acercándonos más a sus ritmos en lugar de seguir persiguiendo cosas que, en realidad, tampoco son tan esenciales o reencontrándonos con el entorno natural.

Este reencuentro, como ya propusimos en uno de nuestros artículos anteriores, puede ser realizando baños de bosque (Shinrin yoku). Esta terapia, que defendía el doctor Qing Li, nos ayuda a escuchar, a estar tranquilos, a aceptar y reconocer la propia presencia y a dejar que los sentidos sientan y disfruten de la naturaleza que nos rodea.

Podríamos pensar que estas propuestas surgen por un tema cultural o propio de mentalidades orientales. Pero no, pues en occidente también llegamos a las mismas conclusiones. En esta línea, Emma Barthe, psicóloga barcelonina y con gran experiencia en el St. Vincent Medical Center de Los Angeles, sostiene que recuperar nuestros ritmos naturales como el saber respirar, relaja la actividad eléctrica del cerebro. Además, al calmar las emociones y no producir endorfinas, no erosionamos nuestro sistema inmunitario. El estrés en el que vivimos y que nos autoimponemos perjudica claramente nuestra salud y calidad de vida y nos hace también más vulnerables a cualquier agresión tóxica del entorno.

Paisaje de montaña

 

Aparte de hacer frente al cambio climático, algunas plantas nos protegen de tóxicos volátiles.

No me canso de recordar que las plantas son un elemento indispensable para nuestra salud. Pero es que también lo son para nuestra supervivencia como especie, ya que los grandes bosques y las masas vegetales son auténticos sumideros de anhídrido carbónico y, por ello, se convierten en una de nuestras armas para hacer frente al cambio climático.

En esta dirección son conocidas las investigaciones de la NASA y otras corporaciones para poder afrontar con éxito la habitabilidad de entornos hostiles. Fruto de estos estudios se ha preparado un listado de plantas purificadoras del aire, y se han recogido un conjunto de especies que destacan porque son capaces de anular los efectos nocivos de los tóxicos volátiles más comunes como el benceno, el formaldehido, el tricloroetileno, el xileno y el tolueno.

Contaminación

    • El benceno nos rodea por todas partes: forma parte de la gasolina y del petróleo crudo y está presente en productos plásticos, resinas, nilón, el kevlar de nuestros equipos de protección, gomas, lubricantes, tinturas, detergentes, medicamentos y también en los pesticidas utilizados en la agricultura. Es un producto tóxico que, respirado a ciertos niveles, causa anemias, daña el sistema inmunitario, provoca cáncer y además, a niveles altos, incluso puede provocar la muerte.
    • El formaldehido es un desinfectante y conservante utilizado en cosmética y champús. Está clasificado como carcinógeno.
    • El tricloroetileno es una sustancia química que no se prohibió hasta el 2013 y que intervenía en adhesivos, disolventes, decapantes de pinturas y quitamanchas. Ataca al sistema nervioso central, y puede producir defectos genéticos y cáncer.
    • El xileno es un derivado del benceno, y está presente en muchos disolventes y combustibles. Es un narcótico y provoca dolores de cabeza, náuseas y malestar general y además, puede alterar el sistema nervioso central.
    • El tolueno forma parte de los procesos de fabricación del TNT, de muchos colorantes, detergentes y productos aromáticos. Es nocivo, afecta al sistema nervioso periférico y al central, aunque su toxicidad es menor que la del benceno.

Todos ellos son sustancias que se desprenden de manera gaseosa de objetos o productos en los que intervienen. Podemos respirarlos en espacios cerrados, en una habitación, en el coche, en la oficina, en la cocina, en el supermercado o en la tienda de siempre… Y es que están presentes en muchos productos de nuestro uso habitual.

Muchas de las plantas que la NASA recogió en su listado para mejorar el aire de los espacios cerrados, son plantas de interior que han demostrado que retienen estos gases nocivos a través de sus hojas y sus raíces, y que son capaces de anular sus efectos al descomponerlos y reutilizarlos.

Hay datos que afirman que utilizar de 16 a 18 plantas de tamaño medio (macetas de unos 20 cm) serviría para limpiar el aire de una vivienda o espacio interior de unos 150 m cuadrados.

 

Plantas campeonas en anular el efecto de los tóxicos volátiles y ayudar a purificar el aire

Salón decorativo.

Entre ellas tenemos hiedras (Hedera helix), cintas (Chlorophytum comosum), lirio de la paz (Spathiphyllum wallasii), potos (Epipremnum aureum), lengua de tigre (Sanseviera trifasciata), ficus (Ficus robusta o Ficus elastica, Ficus benjamina), filodendros (Philodendron sp), tronco del Brasil (Dracaena fragans, Dracaena deremensis), crisantemos (Chrysantemum sp), las galateas (Dieffenbachia sp), los helechos (Nephrolepis exaltata, Nephrolepis obliterata), las orquídeas (Phalaenopsis sp), entre otras. Todas ellas son plantas que además de proporcionar oxígeno a partir de anhídrido carbónico, destacan por la absorción y eliminación del aire de tóxicos volátiles.

La situación actual de pandemia con todas sus consecuencias, las horas de confinamiento, el teletrabajo, nuestra probada vulnerabilidad y enfermedades, la exposición a tantos químicos en ambientes de interior y de exterior, el uso continuo de productos artificiales como suavizantes, jabones, pinturas… Nos debería servir para reflexionar y provocar un punto de inflexión en la mejora de la salud de nuestra vida. Es urgente reconectar con la naturaleza: rodearnos de plantas, practicar paseos por nuestros bosques y jardines, hacer deporte al aire libre, salir al campo, a las playas y a la montaña, disfrutar, perder el tiempo… Nuestro espíritu y nuestro cuerpo nos están reclamando pausa, el esfuerzo por un ambiente más saludable, menos artificial y contaminado.

Eva parece un caso aislado y excepcional, pero no lo es. Debemos volver a la naturaleza y a muchas de nuestras tradiciones sostenibles antes de que nuestro sistema inmunológico entre en saturación y reaccione de manera desmedida ante las agresiones químicas de nuestro entorno. Hagamos posible, por nuestro bien y el de nuestros hijos, que Eva pueda volver a salir de casa y sonreír.

Paisaje natural.

Manel Vicente Espliguero
Paisajista