Hace poco más de una semana estuve a primerísima hora en una cala de la Costa Brava. Buscaba aquel momento tan especial en el que el sol comienza a salir, la temperatura es fresca, el mar parece una balsa y la escena es de una calma infinita.
Mi intención era observar la flora y la fauna de los primeros metros de profundidad, en una zona de algas, rocas y arena.
Sin embargo, durante los pocos minutos que tardé en enfundarme el neopreno, ya me habían picado dos mosquitos mañaneros o trasnochadores, habitantes de las rocas y del agua semidulce que queda atrapada en las oquedades y grietas de la primera línea de mar. Quedé sorprendido por su capacidad para localizarme y, sorteando mis movimientos, pudieran lograr en unos pocos minutos su objetivo.
Más allá de picarnos o molestarnos, ¿son útiles los mosquitos?
Al saber algo de insectos y plantas, muchas veces me han preguntado por la utilidad de los mosquitos y en general de otros insectos que pueden ser para muchos desagradables, incómodos o perjudiciales.
Así que hoy me gustaría compartir algunas informaciones interesantes sobre estos insectos y despejar algunas dudas sobre esta cuestión.
¿Por qué nos pican los mosquitos? ¿Qué señales son las que delatan nuestra presencia?
Todos sabemos que son las hembras las que, una vez fecundadas, a través de nuestra piel, acceden a la sangre para tener reservas y después poder poner los huevos.
Lo que puede ser novedoso y se ha publicado por Jeffrey Riffel desde el Departamento de Biología de la Universidad de Washington en Seattle es que la ciencia comienza a contemplar de manera seria que, entre los factores que facilitan las picaduras, el más importante es la capacidad de estos insectos de detectar el dióxido de carbono que los mamíferos exhalamos al respirar.
También intervienen factores como el olor que transpiramos a ácido láctico y la temperatura corporal. Una vez alertadas las hembras por estas señales de la presencia de posibles presas, se dirigen por los colores, siendo el rojo, el naranja, el negro y el cian sus preferidos.
Hay que destacar que nuestra piel, sea más clara u oscura, deja una buena señal en la longitud de onda del rojo naranja, así que, en definitiva, somos un objetivo fácil para ellas.
Los mosquitos, grandes supervivientes, convivieron con los dinosaurios, a los que también picaron
Por lo que respecta a los mosquitos, existen clasificadas unas 3.500 especies, pero sólo unas pocas, unas 200, han evolucionado para alimentarse de la sangre de mamíferos.
Llevan unos 150 millones de años sobre la Tierra y en el Cretácico ya había especies que se alimentaban de la sangre de los dinosaurios. Cerca de la cueva del Soplao en Cantabria, se han localizado en unos fósiles de resina, ejemplos de estos chupadores de sangre.
Los mosquitos constituyen un gran grupo de géneros y han demostrado tener una gran plasticidad evolutiva y por ello poseen una capacidad de supervivencia altísima.
La evolución continúa y preparando este escrito he podido acceder a través de las redes a una investigación publicada en la revista Current Biology, donde Noah Rose, investigador de la Universidad de Princeton, nos dice que la búsqueda de sangre humana de estos insectos, está relacionada con parámetros climáticos y el fenómeno de la urbanización. Sus estudios apuntan que evolucionaron para buscar en los humanos fuentes de agua en condiciones de sequía.
Los mosquitos nos han acompañado desde tiempos prehistóricos. No es de extrañar que el escritor canadiense Timothy C. Winegard en su libro ‘El mosquito’ haya elaborado un análisis de nuestra historia bajo la influencia de estos seres, señalando su importancia.
Las nuevas ciudades, un ecosistema para un futuro prometedor para esta especie
Las poblaciones de mosquitos dependen de numerosos factores, entre ellos que el paisaje sea urbano o rural, de factores climáticos, como la lluvia o la temperatura, y también de elementos bióticos, como por ejemplo las redes tróficas con los depredadores.
En los ambientes urbanos, los enemigos naturales de los mosquitos muchas veces no sobreviven a las condiciones extremas de calor, a la sequedad ambiental y a la contaminación, dejando paso a que puedan crecer las poblaciones de mosquitos.
En los años venideros, nuestro protagonista tiene capacidad para adaptarse muy bien al exigente hábitat de las ciudades y además en estas condiciones no faltará su alimento más necesario para reproducirse, nosotros, ni tampoco sus lugares de desarrollo a adulto.
Según el dictado de Timothy C. Winegard, los mosquitos son una especie ‘dueña del universo’. Otra clave más para luchar por mantener ciudades climatológicamente confortables, fomentando la riqueza ecológica y el equilibrio entre especies.
A pesar de contar con un gran número de animales capaces de depredar sobre los mosquitos, el método más efectivo para controlar su presencia a escala individual sigue siendo el evitar los hábitats que les son favorables.
Como primera medida podemos reducir y anular aquellos pequeños puntos de agua que utilizan para reproducirse. Además, usar productos repelentes que existen en la naturaleza como la citronela, el eucalipto, la menta, el romero y ciertos pelargonios… dejando el uso de insecticidas químicos como última opción.
Algunas picaduras pueden ser mortales y las picaduras cada día serán más frecuentes
Es verdad que hay una verdadera preocupación por acabar de detectar cómo hacer frente a las picaduras de mosquitos como el Aedes aegypti, conocido como el mosquito del dengue o el de la fiebre amarilla, que transmite además enfermedades como el zika.
Hace muchos años que en países en vías de desarrollo se intenta también controlar el mosquito de la malaria.
En este caso son 70 especies del género Anopheles que tienen la capacidad de absorber en su aparato bucal el Plasmodium, el parásito que provoca la enfermedad, y de transmitirlo con su picadura.
En otros niveles de menor peligrosidad, en casa tenemos la conocida plaga del mosquito tigre (Aedes albopictus) a la que ya nos estamos habituando y que, a diferencia de los mosquitos mediterráneos comunes (Culex pipiens) que son más crepusculares, actúan a cualquier hora del día y que acostumbran a picar más de una vez.
Polinizadores veloces y alimento de muchos animales, un eslabón necesario en la cadena trófica
El mosquito, a pesar de nuestras reticencias, es un animal asombroso. Succionar sangre puede parecer sencillo, pero no lo es. Para ello, ha evolucionado hasta tener un aparato bucal muy sofisticado que nos debe admirar. Podríamos comparar sus recursos bucales con un equipo de cirugía especializado y moderno.
Pero no todo consiste en alimentarse de sangre, también para nutrirse acuden al néctar de frutas, de flores y de otras plantas. Por ello, al igual que otros insectos voladores, son polinizadores útiles colaborando en este proceso.
En un mundo en el que las poblaciones de las abejas cada vez son más vulnerables, los mosquitos son muy resistentes y no tienen problemas para vivir en zonas degradadas. No todo tiene que ser negativo.
Pensad un momento lo habitual que es ver por la tarde a los vencejos y a las golondrinas planear en vuelos rasantes sobre cultivos de regadío. Muy sencillo: están buscando mosquitos que van a poner sus huevos en zonas en las que hay agua.
No necesitan mucho, con un mínimo de 1 cm de profundidad y con poco que dure esta agua almacenada, unos 6 o 7 días, la larva de un huevo que ha eclosionado en su superficie ya está transformándose en pupa para dar salida al nuevo adulto.
Muchas aves insectívoras dependen en parte de estos insectos, así como pequeños mamíferos voladores, reptiles, anfibios y peces de lagos y de ríos.
Es una especie que ha conseguido encontrar su sitio en la naturaleza, depende de muchos otros seres, y a la vez de él dependen otros muchos.
¡Huyamos de la concepción piramidal “hombrecéntrica” de la naturaleza y de nuestra obsesión por controlar, clasificar, e incluso, extinguir!
Sirva todo esto para ilustrar que nuestra contemplación y mirada de la naturaleza no puede estar bajo los parámetros de “si esto me sirve o no me sirve” o “me molesta o no me molesta”.
Esa reflexión supone una concepción piramidal y jerárquica de los seres vivos de nuestro planeta en el que “el hombre” estaría por encima de todos los demás. Incluso he podido ver algunos gráficos en los que se le dibuja un poco por encima de la mujer, ¡imaginaos!
Los mosquitos y con ellos todas las especies de seres vivos, forman parte de un todo global, de una relación que acertadamente se puede representar en un modelo esfera en la que todos los seres se relacionan entre sí.
Dejemos atrás esta obsesión occidental de intentar controlar la naturaleza y de clasificarla según nuestros criterios productivistas o utilitaristas y mucho menos, el conducir a la extinción cualquier organismo que señalemos como dañino.
Procuremos más bien adaptarnos y generar sistemas de resistencia o de mejoras, buscando aumentar nuestra resiliencia y el equilibrio con la naturaleza a escala personal, social y global.
Como siempre, mucho por hacer, mucho por reflexionar.
Manel Vicente Espliguero
Paisajista