Recientemente, y junto a un equipo de profesionales, hemos hecho realidad un pequeño jardín exterior en un ático de Barcelona. Mientras no llegaba el programador inteligente para el sistema de riego, los clientes han ido regando de manera manual teniendo en cuenta las necesidades de las plantas en sus momentos iniciales: es necesario que la planta desarrolle cuanto antes raíces profundas y sea de esta manera lo más resiliente posible, y así reduciremos el consumo de agua adaptándonos a la climatología del lugar.
En ese riego manual, además, se han tenido en cuenta los límites impuestos al uso del agua en el estado de emergencia, las previsiones y las posteriores condiciones meteorológicas reales.
En este hogar, esta práctica manual hasta que llegue el temporizador, ha concienciado un uso sostenible del agua para este fin.
Han estado atentos a aspectos cómo el saber la cantidad de agua por minuto que sale del grifo, lo que realmente sale después de un riego por los pequeños orificios del gota a gota, cómo se distribuye esta agua dentro del substrato, el momento ideal para que el agua se aproveche al máximo por las plantas, cómo evitar pérdidas por saturación o evaporación...
Creo que, a partir de ahora, aunque rieguen a través del programador inteligente, ellos estarán pendientes. La máquina ayudará, pero no anulará sus decisiones y hará un seguimiento responsable.
Qué sucede para que falte el agua en nuestro planeta azul
Hablando del agua, como usuario de este bien tan preciado, conozco mis necesidades como ciudadano y para situarme con respecto a la media, estuve mirando cómo eran los consumos en una ciudad como Barcelona, Madrid y también en otros lugares del mundo.
Además, visto el contexto de falta de agua en el que estamos, quería saber sobre cómo se utiliza la que disponemos en nuestro país. Supongo que, como a muchos de vosotros, también me llamaba la atención que, viviendo en un planeta en el que el 70% de su superficie está cubierta de agua y que se calcula que hay 1.386 millones de km3 de este elemento, ¡nos falte cada vez más!

La distribución del total de agua en el planeta Tierra
Para empezar, en nuestro planeta como sistema cerrado, el agua que más abunda es la salada, con un 97,5%, quedando, por tanto, un 2,5% para el agua dulce. Esto lleva así durante los últimos 2.000 millones de años. Del porcentaje dulce que sostiene nuestra vida, el 1,9% está atrapado en los glaciares y en los casquetes polares.
Un 0,5% está en las aguas subterráneas, un 0,02% en las aguas superficiales de lagos, lagunas, ríos y embalses. De los dos últimos porcentajes se extrae la mayor parte del agua potable, es la que se entiende como agua disponible.
Para afinar aún más, nos queda un 0,01% como componente del suelo, un 0,001% presente en la atmósfera, y un último porcentaje restante como elemento constitutivo de todos los seres vivos de la Tierra.
Los factores que inciden en la falta de agua para los habitantes de un territorio
Es cierto que la demanda de agua a lo largo de nuestra historia está creciendo y sobre todo en los dos últimos siglos.
Somos conscientes de que obtener más agua dulce cada vez es más difícil, además del incremento de su demanda, se está reduciendo parte de su disponibilidad, por motivos de contaminación industrial y agraria. Para paliar este problema se está trabajando en aprovechar el agua del mar y en reutilizar las aguas ya consumidas.
Ahora hay que decir que la pluviometría, que junto a las temperaturas determina el tipo de clima, no se reparte de manera homogénea por todo el planeta. La distribución de los continentes y sus masas de tierra, junto con la disposición de los océanos y el funcionamiento de la atmósfera, comporta que llueva sobre todo en el ecuador y en ciertas zonas de los trópicos.
En las zonas más templadas, esta lluvia es menor y mucho más irregular. Para acabar de complicar la situación, el acceso al agua de la población humana no se reparte siguiendo el patrón lluvia: así por ejemplo, tenemos zonas de Asia como en la populosa China que, aun teniendo los mismos recursos de agua totales que los Estados Unidos, la disponibilidad de agua que tiene por habitante es mucho menor.
En otras zonas de no muchos recursos renovables de agua, como es el caso de Islandia, al tener este país pocos habitantes, resulta ser el cuarto del mundo en agua por persona.
El resumen de la situación del agua en España, en grandes cifras
En cuanto al agua dulce disponible per cápita en el mundo, nuestro país ocupa el lugar 116 de un total de 183. Como vemos no es para tirar cohetes. Siendo a 1 de enero del 2024 unos 48.592.909 de habitantes contamos con 111.200 hm3 anuales de aguas superficiales y subterráneas renovables que se pueden captar y utilizar.
Para amortiguar la irregularidad de nuestra pluviometría, tenemos una gran capacidad de almacenar agua, con nuestros 56.039 hm3, somos en este aspecto uno de los primeros países a nivel mundial. Pero pese a esto, actualmente, a finales de abril, tenemos algunas cuencas hidrográficas bien saturadas en reservas de agua, como la de Galicia Costa, al 89 %, y, en cambio, otras, como las catalanas, donde de media los embalses no llegan al 18% de su capacidad.
En España del total del agua que disponemos cada año el 79% va para la agricultura y la ganadería, el 15% es para abastecimiento urbano (incluyendo, según las fuentes, a los turistas que nos visitan cada año), un 5,6% se destina a la gran industria (también, por ejemplo, para generar energía eléctrica) y un 0,4% para el uso recreativo.
Estos datos corresponden a lo que dentro del ciclo integral del agua se llama ‘agua en alta’. En España, esta parte está gestionada por las Confederaciones Hidrográficas de los diferentes ríos.
En este tramo, hablando del porcentaje consumido más alto, el del uso agrícola, se detectan abusos en su utilización. Podemos decir que los mismos agricultores son los que se ven perjudicados por las malas prácticas de quienes usan el agua de manera ilegal, robándola directamente o practicando pozos no declarados que merman las aguas freáticas provocando la falta de este recurso y que con las posteriores restricciones que todos conocemos, han tenido consecuencias muy graves.
Hay que mencionar también que la agricultura se está diversificando y que busca nuevas maneras y cultivos más apropiados a la escasez de agua que impone el cambio climático, y que a la vez está modernizando sus sistemas de riego e introduciendo el uso de las nuevas tecnologías para una gestión de este recurso eficiente y sostenible.

El ciclo del agua en la red pública: potabilización, distribución, consumo, depuración y regeneración
El agua que entra en la red pública ya forma parte de lo que se llama el ‘agua en baja’ del ciclo del agua. En los municipios se potabiliza y se distribuye entre sus usuarios: hogares, servicios, industria, construcción, municipalidades y pequeña agricultura.
El agua utilizada en este sector se regenera y se vuelve a usar, destinándose de nuevo a la agricultura, a zonas de ocio y a la industria. En las administraciones autonómicas y locales se decide su precio, pues, son ellas las propietarias de las infraestructuras y quienes las gestionan, bien directamente o bien a través de concesiones o de empresas mixtas.
En el ‘agua en baja’, tenemos las plantas potabilizadoras, las redes de distribución y de alcantarillado y las plantas de depuración.
En España somos líderes europeos en la producción de agua dulce, a través de la desalación y la regeneración
El consumo de ‘agua en baja’ en España ha ido reduciéndose en los últimos 20 años, en el apartado familias, agricultura e industria. A la vez, la producción de agua dulce a partir del agua del mar y de las aguas salobres se está incrementando de manera importante.
En los últimos años (2020) se produce el 5,9% del agua utilizada como recurso renovable a partir de las desaladoras. La mayoría de estas plantas están construidas en el Levante español, de aquí que se entienda la estrategia de recibir barcos desde el puerto de Valencia si continúa la sequía en Cataluña.
La Comunidad Autónoma de Valencia es la que más volumen de agua depura y reutiliza de nuevo para su agricultura y las cuestiones medioambientales. Para dar datos, Valencia reutiliza un 57% de esta agua, Alicante el 72%.
Y, ¡atención! ¡Murcia el 97%!, comparándose en cifras con ciudades como Singapur o Tel-Aviv. Como país, nos falta por avanzar en muchos temas, pero en este, actualmente somos líderes en Europa y en el ranking mundial, los quintos.
Para saber cuánto cuesta desalar, un dato: la Asociación Española de Desalación y Reutilización de Aguas (AEDyR) lleva tiempo divulgando que el coste de producir 1 litro de agua dulce a partir de 2,2 a 2,5 l de agua de mar es de 0,5 a 10 €/m3 en función de la tecnología aplicada. Cuando se trata de aguas salobres el coste se reduce a 0,3 – 0,5 €/m3.
Sin embargo, en esta fase del ciclo del agua en España hay una cifra negativa: la pérdida de agua en la distribución, que se estima en un 25% como mínimo, debido a la obsolescencia de las instalaciones, errores de control y el robo de agua directo. Aquí tenemos una asignatura pendiente y grandes inversiones a realizar.
Algunos datos interesantes de España respecto a Europa: consumo, precio del agua
Según el Instituto Nacional de Estadística, en el 2022 el consumo medio por persona y día en España se situó en los 133 litros. En Cataluña, está en los 117 litros, y para tener una referencia apunto lo que establece la OMS como un mínimo necesario: unos 100 litros.
En Europa estamos en medio de la tabla de los consumos, siendo Suiza quien más agua gasta por habitante: unos 300 litros, según datos de EurEau sobre Hidrología sostenible. Estamos un poco por encima de Irlanda y de Austria. La palma en este aspecto es para Eslovaquia, con un consumo por habitante y día de 78 l.
El precio del agua en Europa lo lidera Dinamarca con 9,32 €/m3 de media, nosotros lo tenemos en 1,88 €/m3. Para apuntar mejor, Barcelona, con 2,67 €/m3, tiene el agua más cara que Madrid (1,93 €/m3), siendo de peor calidad según un estudio del portal Holidu. Grecia y Bulgaria tienen el agua más barata, con 1.23 €/m3 y 1,07 €/m3.
Los precios en Europa tienen bastante que ver con el coste de la vida, más que con el coste de producción, distribución y depurado.

Más concienciados y más sostenibles, pero toca invertir, innovar y abandonar la corrupción
Siguiendo las conclusiones de diferentes fuentes podemos decir que se está haciendo un buen trabajo en divulgación y concienciación ciudadana, que en los hogares se usa el agua de manera razonable y sostenible y que los diferentes sectores están mejorando sus consumos y la eficiencia en la utilización del agua.
Así mismo, podemos afirmar que se están aplicando medidas para reducir el uso del agua de superficie y subterránea.
Pero queda trabajo por hacer, como es el caso de eliminar la corrupción que existe en el uso del agua, se debe invertir más en la optimización del estado de la red de abastecimiento y de saneamiento.
La agricultura debe continuar en el camino de la innovación y de la producción adaptada a los nuevos parámetros climáticos, el sector turismo ha de potenciar campañas de concienciación para un uso respetuoso del agua, como se hace en otros países del norte de Europa.
La jardinería ha de plantearse en términos de eficiencia de riego y a partir de la reutilización de las aguas de los hogares, además de entrar en propuestas y diseños de máxima adaptabilidad y sostenibilidad.
Se debe mejorar en la gestión de las cuencas hidrográficas y establecer medidas viables de solidaridad entre comunidades autónomas y las administraciones locales, aplicar políticas bien razonadas de gestión forestal en las cabeceras de los ríos teniendo en cuenta todos los aspectos ambientales a medio y largo plazo.
Luchar por conservar los humedales y la riqueza de la biodiversidad que hace que los ecosistemas sean así más resilientes.
Como sociedad debemos continuar en la política e inversiones de la utilización del agua del mar y en la reutilización de las aguas consumidas, y aquí también fomentar actuaciones de todos para minimizar la contaminación o degradación de las aguas residuales y minimizar así los costes de reutilización.
Potenciar el seguimiento del agua en todo su ciclo a través de las nuevas tecnologías para ayudar de esta manera a una mejor eficiencia en su gestión y poder reducir pérdidas.
Por último, continuar con las buenas prácticas en empresas e industria respecto de este bien tan valioso y necesario para la vida y para nuestro progreso como sociedad y como parte de la naturaleza.
Manel Vicente Espliguero
Paisajista