Mis salidas al encuentro de la naturaleza

Recientemente, compartí en mis redes sociales una foto encantadora de uno de mis paisajes cotidianos. Estos paisajes suelen pasar desapercibidos, ya que tendemos a dar por sentado su presencia.

Sin embargo, a veces olvidamos apreciar las maravillas que nos rodean, incluso las más cercanas. Capturar esta imagen solo requirió unos minutos de mi rutina diaria hacia el trabajo, brindándome un breve momento de relajación y contemplación.

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La dificultad de terminar con éxito el curso escolar se junta con los cambios ambientales

Estamos acabando el curso escolar, y la mayoría de los centros de enseñanza, cuando leáis este artículo, estarán en su penúltima semana o en sus días finales. Es un momento difícil para toda la comunidad educativa: para los padres y madres, para los estudiantes, para el profesorado… incluso los abuelos y abuelas perciben durante estos días como se agobian las familias.

En el transcurso de estas semanas muchas personas experimentan dificultades para dormir, sufren falta de apetito, nerviosismo y mucha ansiedad. Pienso que se juntan dos factores: el primero, uno más personal, derivado de la inmediatez de unos resultados académicos de las materias que hemos ido preparando durante el curso y que, a tan poco de finalizar, ya nos queda poco margen de maniobra para poder corregir o mejorar.  Y el segundo, más externo, porque coinciden a la vez unos cambios ambientales que nos influyen como seres vivos. Los médicos nos advierten que las afectaciones de la melatonina y de las alteraciones de los ritmos biológicos de este periodo del año, podrían convertirse en depresiones estacionales.

Para evitar que estos exigentes momentos no acaben en lo que los médicos llaman un trastorno afectivo estacional (TAE), aconsejo vivir momentos de naturaleza que nos lleven a la pausa y a la tranquilidad.

Mis rincones favoritos en la naturaleza en la búsqueda de paz y tranquilidad

A mí me relaja salir al encuentro de la naturaleza. Como paisajista y persona dedicada a los jardines y a la enseñanza de estas habilidades, trato de desconectarme del estrés semanal con excursiones y caminatas, muchas de ellas para observar la evolución de los paisajes y de su flora y fauna a lo largo de las estaciones. Periódicamente repito caminos o cumbres, pues a lo largo del año cambian. Así, cuando creías conocer un paraje muy bien, algo surge y descubres un nuevo aspecto o elemento. Siempre hay detalles en los que no habías reparado antes.

La mayoría de mis exploraciones se dan por el Pirineo oriental: La Vall de Ribes, Núria, Vallter 2000, Las Crestas del Balandrau, Puigmal, Pic de l’ Infern… sin dejar de lado el Parque Natural del Montseny con sus picos y, de vez en cuando, también Montserrat.

Mis bártulos imprescindibles antes de salir al encuentro de la naturaleza

No sé cómo lo hacéis vosotros, pero yo tengo una caja de plástico en la que ya están todos los bártulos de montaña: polainas, botas, crampones, guantes, crema de sol, gorras, buffs o bragas de cuello, impermeables, gafas de sol y de ventisca, forro polar… Ya veis que lo tengo todo para cada estación, de esta manera salir a la montaña es más fácil y menos estresante porque lo tengo todo ahí junto.

Antes de irme, lo que nunca olvido: mi cámara réflex. Y, si puedo, hasta llevo mi material de pintura y dibujo

Acostumbro a mirar la previsión del tiempo para saber lo que me puedo encontrar y no crear falsas expectativas. Únicamente reviso que los bastones continúen en el maletero del coche y preparo la comida, las bebidas y la cámara de fotos. Para mí esto último es fundamental. No puedo hacer una excursión sin mi cámara, una réflex con un objetivo de 18 a 200 mm para poder hacer capturas de paisajes y naturaleza, de primeros planos y también desde la lejanía.

Durante la caminata, la cámara debe estar fácilmente accesible, pues nunca se sabe cuándo pasará un buitre a una altura cercana, o cuando una marmota saldrá de su madriguera… Hay naturalistas que pasan horas esperando para capturar una buena imagen, pero aquí está lo maravilloso de una caminata, puedes estar de suerte y cruzarte con un zorro, un rebeco o, incluso, ya se nos está avisando, con un oso.

No descarto el móvil, pues, aunque no sea un elemento especializado para la fotografía, las nuevas versiones tienen buenas cámaras para hacer fotos y videos de buena calidad.

También me llevo en el coche material de dibujo y de pintura, una libreta de viaje de pasta resistente y hojas gruesas que acompaño de una mini esterilla desplegable cargada de pinceles y de una caja metálica de acuarelas. Aunque siempre va en la mochila hay días que pienso que es una sobrecarga un poco inútil pero a veces la saco y tomo notas.

Si hay prisa, la cámara congelará el momento para ayudar a terminar lo que había comenzado con unas breves líneas a fin de enmarcar la escena o el paisaje. En ocasiones, no son muchas, pues cuando voy acompañado a la gran mayoría esto le parece una excentricidad, me doy más tiempo y con agua de algún arroyo, pinto con las acuarelas. Os aseguro que la mano ayuda a ver mejor, ya que te obliga a observar los detalles, los colores, las formas, las perspectivas, la vegetación, las construcciones, los caminos, las rocas, el agua…

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Os diré también que el resultado final de un dibujo puede no ser lo que uno quisiera, pero el esfuerzo por plasmar en una hoja momentos de tus excursiones siempre compensa, cada nuevo dibujo mejora nuestras habilidades, nos ayuda a crecer en observación, en admiración, en agradecimiento…

Mis salidas a la naturaleza, entre la contemplación y la investigación

Cada uno tiene sus objetivos en la montaña o sus maneras de descansar, todas lícitas y respetables si se practican desde la prudencia y el respeto a la naturaleza. Están desde los que priorizan el ejercicio físico, hasta los que son más como yo, y que buscan una experiencia más contemplativa, pasando por los que buscan momentos adrenalínicos de tensión total.

Aparte del descanso mental que supone el esfuerzo físico de cualquier excursión a la montaña, como os he comentado, yo no sé hacer una salida sin tomar fotos, sin reflexionar sobre la fauna, la flora e incluso las rocas que me encuentro… para mí es como una droga. El detectar una nueva mariposa o una planta curiosa que me llaman la atención por su forma, aspecto, o incluso por sus asombrosas capacidades de supervivencia y la posterior investigación para descubrir de qué especie se trata, para mí es todo uno. Me maravilla descubrir plantas bajo el hielo o escarabajos caminando sobre la nieve, me sorprenden aquellos pájaros que a veces encuentro en las cumbres más altas, como el gorrión alpino (Montifringilla nivalis) o el zorzal real (Turdus pilaris). Y desde que un amigo aficionado a la ornitología me regaló una vieja guía de aves, también estoy aprendiendo sobre ellos.

Durante las salidas me gusta observar los indicios del tiempo meteorológico en la montaña, cómo los cambios de tiempo se anticipan en detalles, en la evolución de las nubes y su tipología, en el aspecto de las flores de las carlinas (Carlina acaulis o Carlina acanthifolia), o en el comportamiento de insectos y de pájaros…

Fijarme en el tipo de mariposas que veo, por ejemplo, me ayuda a anunciar la presencia de ciertas plantas o a situarme mejor en el paisaje en el que me muevo. Muchas de ellas me anuncian la altitud en la que camino. Os diré como botón de muestra que encontrar la mariposa montañesa de alas muy oscuras con puntos blancos de bordes negros (Erebia rondoui) me indicará que estoy por encima de los 1.600 m. Solo encontraré la llamada poco brillo (Agriades glandon), de un color azul tenue y agrisado, a partir de los 2.000 m.

A veces he intentado fotografiar paisajes a contraluz en momentos y lugares en los que hay muchos vilanos flotando. Son esas semillas aladas que producen muchas asteráceas como el diente de león (Taraxacum officinalis), las barbas de cabra (Tragopogon porrifolius), los cardos (Cirsium palustre), los acianos (Cyanus montana) o estas florecillas amarillas que no se levantan más de 15 cm del suelo y que pueblan muchos de nuestros prados (Crepis albida o Crepis sancta). El ambiente se hace como mágico, la luz se deja capturar en los paracaídas de las semillas de estas plantas, como si fueran pequeñas hadas explorando la superficie de los prados. Aprovecho para decir que al contrario de lo que muchos piensan, esta pelusa no es nada alérgica, puede ser molesta, eso sí, sobre todo si te entran en la boca o en un ojo, pero nada más.

En la cumbre, el tiempo se detiene y la meta, si es exigente, se convierte en premio

Cuando hago cumbre, para mí, es un momento de parón total. Siempre cuesta culminar, os lo aseguro, y a veces especialmente, y aunque el consejo es retirarse si uno por cansancio o por condiciones meteorológicas no lo ve claro, exigirse un poco más y llegar a donde te habías propuesto siempre es un premio. ¡Hay que experimentarlo! Allá arriba se para el tiempo, se graban las imágenes en el alma, el escenario es tuyo, un regalo, todo el cuerpo se aquieta, el espíritu se ensancha. No se suele pasar mucho tiempo en la cumbre, pero se hace intenso, de calma profunda… A poco que acompañe el día, el espectáculo es asombroso, la luz, los colores, las distancias… la sensación es la de estar flotando en el techo del mundo, ya sé que se reirán de mí los que hacen vuelo sin motor, parapente o paracaidismo…, pero así lo vivo.

Cuando regreso de coronar las cumbres me gusta retomar la cámara pues en el camino de vuelta la luz es diferente, puede parecer que no, que es el mismo día y las mismas cosas, pero esta luz ahora es más cálida, más amarilla. Por la mañana la luz es blanca, pesa menos, es más azul. Creo que hay cinco momentos principales de luz que modifican nuestra percepción del paisaje: amanecer, mañana, mediodía, tarde y puesta de sol. Después las nubes, el viento, la lluvia, la nieve y la calima pueden influir de manera notable en nuestros sentidos y sensaciones de la naturaleza. 

La vuelta, la ducha, la reflexión, el descanso y el aprendizaje

Ya en casa, tras una buena ducha y descansando en el sofá, suelo cerrar los ojos y rememorar imágenes, sensaciones, momentos de premio… comparto con vosotros que de un día de desconexión no suelo arrepentirme.

Me gusta encontrar un momento para descargar todas las imágenes y repasar lo fotografiado, sobre todo plantas, y saber sus nombres, propiedades y comportamientos a lo largo de sus ciclos vitales. También por esto, muchas veces me alegra volver a recoger esas mismas especies con mi cámara en estaciones posteriores y corroborar y confirmar cómo se ajustan a lo que he podido aprender en mi momento de investigación a partir de libros y del entorno digital.

Volviendo a aquella parada a media semana de antes de llegar al trabajo pienso que abrirse a la belleza de un paisaje cotidiano forma parte de esta necesidad que tenemos todos de desconectar, de sustraernos del ajetreo diario, del estrés y de la competitividad que en occidente nos imponemos. Era una minidosis o píldora de respiro…

Por eso aconsejo salir, aprovechar algún día de la semana a experimentar las riquezas de la naturaleza, a descansar la mente y el espíritu, a practicar aficiones artísticas, no competitivas que aumenten nuestra capacidad de contemplación, de crecer, de ser más…

 

Manel Vicente Espliguero

Paisajista

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