La complejidad y las maravillas de nuestro Mar Mediterráneo

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‘’Nada en la naturaleza es para siempre, y el mayor bioma del mundo del Pleistoceno se hundirá en el fango. Las asociaciones de especies en el tiempo y el espacio pueden producir la ilusión de estabilidad, pero estas comunidades solo pueden durar mientras persistan las condiciones que contribuyen a formarlas’’. Otros mundos (p. 42), de Thomas Halliday.

Cerramos el mes de julio, un periodo en el que muchos prefieren el mar y sus playas para disfrutar de un merecido descanso. Tengo muchos conocidos que me envían saludos desde las islas Canarias o desde las playas del Levante o de la Costa Brava.

La adaptación de las especies en aquel lugar dónde el mar se hace tierra

Yo soy más de visitar estos lugares en tranquilidad, durante los meses en los que parece que no toca, que hace demasiado frío para disfrutar del mar y del sol. En la relativa solitud de esas visitas, más allá de los árboles y arbustos desplegados en la primera línea de mar, me atrae centrarme en la vida que se desarrolla en la franja de cambio del mar a tierra. Disfruto contemplando los fondos de costa superficiales, de 6 a 8 metros de profundidad, hasta donde rompen las olas y la espuma del mar moja las rocas. Identificar las especies presentes y analizar las claves de su adaptación en condiciones tan concretas me parece una tarea asombrosa.

Pérdida, peligro o amenaza en una cala limpia y tranquila

Los momentos de amanecer y puesta de sol en estos lugares son siempre especiales. Como paisajista, me conmueven. Sin embargo, esta sensación de plenitud, tranquilidad y sosiego pueden esconder procesos más globales y menos visibles que pueden apuntar a todo lo contrario. La visión del detalle desenfoca una realidad que puede ser de pérdida, de peligro o de amenaza por lo que se refiere al entorno o el medio natural en el que estamos.

Para comprenderlo, contemplando el escenario de una cala limpia y tranquila del Mediterráneo, nos podemos cuestionar la solidez y permanencia de nuestros ecosistemas litorales. Y es que, y aquí inicia una reflexión importante, nuestras aguas forman parte de un mar interior, y por ello, pertenecen a un medio natural muy frágil. Vamos a verlo a continuación.

La historia del Mediterráneo, un mar interior en medio de tierras

‘Mare medi terraneum’ es un mar en medio de tierras, como dice apropiadamente su nombre: con sus 2.500.000 km2, es el mar interior más extenso de todo el planeta. Se calcula que tiene 3.750.000 km3 de agua. Geológicamente, es el antiguo mar de Tetis que llegó a secarse hace 5,9 millones de años comportando la desaparición de muchísimas especies marinas y terrestres.

Durante la llamada crisis del Messiniense, nuestro querido mar perdió prácticamente toda su agua, llegando a ser una serie de cuencas hipersalinas. Una tierra yerma, hundida entre 1,5 y 5,2 km, que en épocas calurosas quedaba sometida a vientos de más de 80ºC de temperatura. Para hacernos una idea del ambiente, son más de 25ºC por encima de lo que se vive actualmente en el conocido Valle de la Muerte en California.

La cuenca occidental, la nuestra, quedaba limitada por el arco montañoso de Gibraltar y otro situado al este, que conectaba los Apeninos, Malta, Sicilia y Túnez. La cuenca oriental quedaba orientada hacia el oeste, limitando con la costa de lo que sería más adelante Turquía, Arabia y Egipto. No había comunicación con el mar Negro ni con el mar Rojo. Los ríos existentes no aportaban el agua suficiente para equilibrar la enorme pérdida de agua evaporada de aquella era.

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Si no fuera por el estrecho de Gibraltar, el agua de los ríos no sería suficiente para contrarrestar la evaporación

Actualmente, para asombro de la mayoría de nosotros, sucede algo similar. Y es que, en una costa con más de 46.000 km, los ríos que desembocan en el mar, algunos de ellos caudalosos como el Ebro, el Ródano, el Po o el Nilo, no contrarrestan los 3 millones de toneladas de agua que se evaporan cada año. El agua dulce aportada por todos los ríos es de 1 millón de toneladas.

Esta agua se recupera a través del estrecho de Gibraltar. Hace 5,33 millones de años, acabando con la mencionada crisis climática, la presión del Atlántico fue capaz de abrir un canal entre las montañas que por el oeste cerraban el mediterráneo. No se sabe si fue un aumento del nivel de los océanos del planeta, si fue una erosión remontante de los ríos de la zona, o un descenso de la topografía.

Se produjo la inundación más importante de la historia de nuestro planeta. Se calcula que cada día el Atlántico descargaba en la cuenca mediterránea un caudal comparable al de 1.000 Amazonas. Primero se llenó la parte occidental de nuestro mar, y en unos meses, el agua superó el arco siciliano.  Se han encontrado pruebas de que en esta zona había una cascada de más de 1,5 km de altura en la que el agua podía llegar a los 160 km/h. La energía acumulada era tal, que una parte del agua se evaporaba antes de llegar al fondo. En unos dos años, las montañas más altas del paisaje de estas cuencas se convirtieron en las Islas Mediterráneas que todos conocemos.

Cada 100 años, toda el agua del Mediterráneo se renueva en el Estrecho de Gibraltar

Si se volviera a cerrar el estrecho de Gibraltar, en solo un milenio desaparecería el Mediterráneo. La potente evaporación y la poca aportación de agua dulce, hace que la salinidad aumente en el agua del mar y que esta sea más densa y baje a capas más profundas. Esta agua en su movimiento crea una corriente de salida hacia el Golfo de Cádiz pasando con fuerza entre los 14,4 km de anchura y los 280m a 900m de profundidad del estrecho. Desde hace más de cientos de miles de años, la corriente erosiona los fondos con sus remolinos y trazados. En unos 200 km esta agua se transforma, pues deposita sus sales y se vuelve más ligera, acabando en columnas ascendentes que influyen en las corrientes características del Atlántico y, por lo tanto, también en la climatología mundial. Lógicamente, a través del estrecho y por las partes más superficiales, retorna el agua menos salina y más fría. Por esto se puede entender que en esta geografía se produzcan grandes corrientes y que para los submarinistas tenga sus riesgos. El Bajo de la Aceitera, en Trafalgar, es una zona de bajos fondos muy atractiva en la que se producen muchos accidentes entre los buceadores. Como dato para entender la fuerza y magnitud de las corrientes, hay que saber que por esta entrada al Atlántico se renueva toda el agua del Mediterráneo en menos de 100 años.

La biodiversidad del Mediterráneo: La flora y la fauna

Actualmente el Mediterráneo cuenta con unas 17.000 especies. Algunas proceden de los endemismos supervivientes de la crisis del Messiniense que se pueden considerar fósiles vivientes, tales como el pez fartet (Aphanius Iberus), el dragoncillo de arena (Callionymus sp) o la posidonia (Posidonia oceanica). Otras proceden de la evolución de las especies posteriores a la inundación, que se llamó Zancliense. Son los neoendemismos de los últimos 5,33 millones de años. Como ejemplo ponemos el gobio anémona (Gobius bucchichi) y otros gobios. Paralelamente tenemos la fauna atlántica que ha entrado a través del estrecho. Hay en esta categoría catalogadas unas 10.000 especies de animales, entre las cuales se incluyen los delfines mulares (Tursiops truncatus), los cachalotes (Physeter macrocephalus) y los rorcuales (Balaenoptera physalus). Como grupo final y mucho más reciente quiero mencionar las especies indo pacíficas, que han llegado desde el mar Rojo por la obertura del canal de Suez.

La parte occidental del Mediterráneo es la más rica en cuanto a biodiversidad, siendo la zona del estrecho y el mar de Alborán una de las regiones más valiosas. Este lugar es punto de encuentro de los dos mares, tiene grandes extensiones de algas como la citada posidonia, que sirven de hábitat de numerosas especies. Aquí también destacan los llamativos corales y las gorgonias, los atunes, las tortugas y las ballenas. También quisiera citar como punto geográfico muy rico en biodiversidad la zona de las Tres Forcas, cerca de Nador, en Marruecos. Destaca por ser un sitio protegido ‘Ramsar’, un lugar de paso de innumerables aves migratorias gracias a su orografía submarina, muy rica en corales rojos y anaranjados. Fue además uno de los últimos hábitats de la foca monje (Monachus monachus), animal que actualmente está en proceso de recuperación. Apuntaré los islotes de Habibas, la costa de Taza, el Cap Bon y el Parque Nacional El Kala en Argelia. Como ejemplo de la importancia de este último, hay que decir que fue declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco en 1990. Las islas de La Galite y Zembra, en Túnez, son también muy notables en cuanto a la flora de costa y la fauna submarina.

Los espacios de ensueño del litoral Mediterráneo en la Península Ibérica

A nivel peninsular, a nosotros nos suenan mucho más los sitios como la Reserva Marina del Cabo de Palos, el Parque Natural del Montgrí, las Islas Medas y el Bajo Ter. Lugares donde podemos encontrar la raya común, gran cantidad de meros, doradas, lubinas, el dentón común, las corvinas negras y el coral rojo. Citaremos en Castellón la reserva marina de los islotes de las Columbretes, que alberga una gran cantidad de aves como el halcón de Eleonor, la gaviota corsa o fauna marina como las langostas. Las Islas Baleares son lugares remarcables en las que tenemos Cabrera, Formentera, los islotes de Ponent en Ibiza y Formentor en Mallorca, con sus espléndidas paredes y su fauna marina asociada. Como especies a encontrar en este último lugar tenemos barracudas, sepias, pulpos, meros, la anguila morena y el colorido pez verde o fredí. La isla de Menorca tiene extensas comunidades de corales y preciosas bahías como la de Fornells, Sanitja o Addaia. Todo este listado es una pequeña muestra de los innumerables espacios de ensueño del litoral Mediterráneo en los que se puede disfrutar de sus riquezas marinas, siempre con respeto y cuidado, a través de deportes como el esnórquel, la apnea, el submarinismo o simplemente desde un barco o la costa.

La fragilidad del Mediterráneo ante el cambio climático

El Mediterráneo es una de las zonas más afectadas por el cambio climático. Hay muchos aspectos que se verán trastocados o modificados y presionarán el actual equilibrio ecosistémico. El aumento de las temperaturas y la pérdida de pluviometría derivará en menos agua en los ríos, lo que significa que entrará menos agua dulce y que a la vez habrá mucha más agua que irrumpirá desde el atlántico. Esto cambiará la salinidad y la temperatura del agua del mar, por lo que muchas especies actuales deberán encontrar nuevos espacios o desaparecerán. Por no hablar de los efectos que todo ello podría causar en nuestra economía y sociedad, pero a nadie se le escapa que éstos podrían ser devastadores.

¡Entender el Mediterráneo en su globalidad es tan complejo, tan lleno de implicaciones y de aspectos interrelacionados que a mí me causa admiración y respeto al mismo tiempo!

Esta contradicción entre lo global y lo particular me ayuda a cuidar los detalles, a valorar las pequeñas acciones en favor de esta parte de la naturaleza y del medio ambiente, que puede ser tan vulnerable. Esta reflexión me conduce a no despreciar lo poco que, a nivel individual, se pueda hacer. La naturaleza marca sus ritmos, y nuestro papel debe ser el de respetar que solamente somos una parte del rico y complejo entramado. ¡Protejamos y respetemos esos ritmos!

Feliz verano a todos.

 

Manel Vicente Espliguero

Paisajista

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